¿Cómo podemos controlar la ansiedad?
Son varias las definiciones que explican la ansiedad como un tipo de respuesta emocional que tiene lugar ante determinados estímulos catalogados como una amenaza o peligro. Se trata, entonces, de una reacción natural, un miedo necesario para anticiparnos ante situaciones riesgosas, una respuesta primitiva ante estímulos que suponen un peligro para nuestra integridad. Pero, si es natural, ¿por qué causa tantos problemas en la sociedad actual?. A nivel individual, ¿por qué la ansiedad crónica es uno de los trastornos psiquiátricos más comunes en nuestro país?
La clave para entender la ansiedad como un problema reside en los sentimientos de malestar y angustia que puede llegar a experimentar una persona ante un estímulo, interno o externo. A esto se suman los síntomas físicos que se manifiestan, como taquicardia o inquietud. Aunque la ansiedad sea una señal de alerta que advierte sobre un peligro inminente, que pretende preparar a la persona ante una amenaza, es muy común que esta reacción se magnifique y genere una cascada de sentimientos negativos, derivados de la reacción ante estos estímulos amenazantes.
Cuando una persona siente ansiedad, los sentimientos de anticipación al peligro la llevan a sentir una preocupación excesiva, a experimentar miedos relacionados con la anticipación ante circunstancias negativas. De esta anticipación se dan también problemas de concentración, así como problemas para la resolución de problemas. La incomprensión de estos síntomas llevan a que la persona experimente sentimientos de culpa y angustia, ya que la persona no termina de entender por qué se siente de esa manera, y ello la lleva a culparse. Cuando este estado de preocupación y angustia excesiva se prolonga con el paso de los meses, y años, se puede hablar de una ansiedad crónica.
En el mundo actual, la mayoría de momentos calificados como amenaza no suponen un peligro vital para quien los percibe, no se suele tratar de amenazas que hagan peligrar nuestra vida o nuestra integridad física. Nos manejamos en un mundo más confortable y predecible, donde las amenazas que pueden provocar la ansiedad no siempre ponen en riesgo la supervivencia vital. Se trata de amenazas de naturaleza más cotidiana, pero que tienen el poder de despertar una respuesta tan angustiosa y perturbadora como la de alguna amenaza física. No obstante, aunque no esté peligrando nuestra vida, es frecuente que en los picos de ansiedad exista la sensación de que, efectivamente, la vida está en peligro, aunque no haya nada que la amenace de una manera directa.
Las amenazas que provocan la ansiedad en la actualidad están más relacionadas con el estrés y las exigencias propias de la vida cotidiana: el desempeño en el trabajo, la inestabilidad económica, o las exigencias académicas son el tipo de factores estresantes que pueden llevar a una persona a que desarrolle ansiedad, y que esta se sostenga en el tiempo si no es atendida como es debido. El medio social, influenciado por la actualidad mediática, lanza mensajes que inducen al miedo y la incertidumbre, lo cual empeora el estado de ánimo y crea ansiedad.
Antes de que la ansiedad se cronifique, puede haber episodios, como ataques de ansiedad, que podemos analizar para entender el funcionamiento de la ansiedad desde dentro, y prevenir reacciones negativas. Desde la Clínica de la Ansiedad, afirman que cuando la persona tiene la percepción de que tiene el control sobre los problemas, siente que puede controlar también su conducta y sus planes. De lo contrario, la persona se puede sentir desbordada, a merced de las circunstancias.
Esta sensación de falta de control, sea del medio externo o interno, activa en el organismo varios mecanismos relacionados con la defensa, la búsqueda de seguridad, la prevención o el ataque. Si al llevar a cabo estas conductas, relacionadas con la autoconservación, hay un buen resultado, la sensación de control reaparece, lo que supone un regreso a la normalidad. Esta reacción ante la amenaza, y en especial, los tipos de respuesta puestos en marcha pueden crear patrones de conducta que quedan aprendidos, y puede que no sean los tipos de respuesta más aconsejables para la persona.
Esta es la sucesión de eventos que tienen lugar a nivel cognitivo ante la activación por una amenaza que causa ansiedad. A nivel fisiológico también tienen lugar otros procesos: aumento de la frecuencia cardiaca, sudoración, mareo, sensación de ahogo y presión en el pecho son los síntomas más comunes de la ansiedad a nivel físico. La ansiedad también tiene lugar a nivel interno, sin que haya una amenaza externa que sea palpable, se puede manifestar a través de miedos internos que pueden afectar a la persona.
Para controlar la ansiedad y sus síntomas molestos es útil conocer su cronología. Es decir, saber qué duración tiene un pico de ansiedad y qué debemos hacer dado el caso. Un pico máximo de ansiedad tiene una duración media de entre 7 y 10 minutos, pasado ese tiempo, la intensidad remite. Conocer estos tiempos puede ser crucial para una persona que sufra de ansiedad. Saber que estos episodios tienen una duración acotada puede ser útil para que la persona maneje su respuesta ante estos picos de ansiedad.
Es decir, en lugar de recurrir a conductas evitativas que puedan cronificar el trastorno, adoptar respuestas que permitan que la persona tome el control de la situación, empezando por sus emociones. Saber que estamos pasando por un pico de ansiedad que se relajará con el paso de los minutos puede hacer que la persona afectada sienta que tiene el control sobre el cuerpo, sus pensamientos y sus reacciones.
Por otro lado, la educación emocional juega un papel clave en el desarrollo de la ansiedad, ya que aprender a controlar el estrés, y aceptar qué cosas son inevitables nos puede ayudar a controlar la escalada de la ansiedad, y que esta se cronifique. No debemos olvidar tampoco el carácter “natural” de la ansiedad. Es decir, que es un fenómeno fisiológico que tiene lugar en el cerebro y que, al comprenderlo, podemos gestionarlo de una manera menos dañina, incluso constructiva.
Así como es conveniente afrontar las situaciones estresantes, también es saludable mantener una distancia respecto a las situaciones más tensoras. El manejo del estrés ayuda a manejar mejor la ansiedad. Para controlar el estrés y la ansiedad es conveniente adoptar un estilo de vida en el que el ejercicio sea un pilar, ya que al hacer deporte el cerebro genera dopamina que proporcionan una sensación de bienestar, al igual, es una salida a la energía reprimida y la frustración. Abordar la realidad de manera menos angustiosa o catastrofista ayuda también a afrontar los desafíos que nos pone el día.
Los ansiolíticos son fármacos de acción depresora que actúan sobre el sistema nervioso central. Son indicados para tratar trastornos crónicos de la ansiedad, pero no son la opción más recomendable debido a la dependencia que generan, en especial si la ansiedad que afrontamos no es una ansiedad crónica, sino puntual. Esto lleva a que haya una interacción psicológica, nada deseable, entre la ansiedad y los medicamentos, ya que las personas que sufren ansiedad recurren a ellos de manera generalizada, aumentando su tolerancia al medicamento, y aumentando sus niveles de ansiedad en caso de que falte el medicamento.
Existen suplementos que pueden ayudar a afrontar los problemas de ansiedad de una manera natural, sin las contraindicaciones de los ansiolíticos, y con muchas más ventajas. Cabe recordar que controlar la ansiedad es un proceso psicológico, que depende del enfoque con el que se aborde, con el objetivo de controlar un proceso natural, sin patologizarlo ni medicarlo.
Socializar, invertir el tiempo en algo que te motive, aprender técnicas de relajación como el yoga o el mindfulness también es útil para mejorar nuestra manera de enfrentar los momentos estresantes. Igualmente es aconsejable dormir lo necesario, y mantener una dieta saludable, evitando las dosis altas de azúcar.
Publicado en: Estilo de Vida
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