¿Por qué ser sedentarios de niños puede estar relacionado con la obesidad?
La televisión fue la gran protagonista de la segunda mitad del siglo XX, logrando una penetración progresiva, pero rápida, en los hogares de todo el mundo. Aunque nuestros padres lo quisieran o no, nos fascinaba la tele y estar horas pegados a ella. También es muy posible que nuestros padres no vieran con buenos ojos que pasáramos horas pegados a “la caja tonta”, y tenían razón, como lo confirma un estudio de la Universidad de Otago, en Nueva Zelanda.
El estudio prospectivo de 1037 participantes, la mitad de ellos varones, consultó cuántas horas de televisión a la semana por edades, de 5, 6, 9, 11, 13, 15 y 32 años, veía cada grupo de edad. También tuvieron en cuenta cuál era su índice de masa corporal y la aptitud cardiorrespiratoria. Tras examinar los resultados, se determinó que el tiempo que los pequeños pasaban frente a la pantalla estaba asociado significativamente con un mayor índice de masa corporal, así como con una menor capacidad cardiorrespiratoria a los 32 años.
Los investigadores concluyeron que los efectos perjudiciales para la salud, provocados por ver demasiada televisión durante la infancia, persisten en la edad adulta. Por lo que reducir la obesidad y mejorar un mal estado físico en los adultos, se debe comenzar cambiando los hábitos de visualización desde la infancia.
El estudio abre varias incógnitas: ¿los niños que ven mucha televisión continúan haciéndolo cuando son adultos? ¿Es este comportamiento sedentario el que los conduce al sobrepeso y a una mala condición física cuando son adultos? Existen estudios que confirman que, a menudo, la obesidad adulta arranca en la infancia. Sin embargo, es necesario comprender si los patrones sedentarios de la infancia marcan un patrón fijo que determina el peso corporal y la condición física de la persona cuando es adulta.
De cualquier modo, la Academia Estadounidense de Pediatría recomienda limitar el tiempo de visualización en niños a no más de 2 horas por noche. Según el estudio, los niños que excedieron la recomendación tuvieron un 50% más de probabilidades de ser obesos, y 47% más de probabilidades de tener una mala condición física a los 32 años.
Sedentarismo infantil
El sedentarismo es una de las principales causas de la obesidad y enfermedad cardiovascular. Desde la Fundación Española del Corazón añaden: “una persona sedentaria tiene más riesgo de sufrir aterosclerosis, hipertensión y enfermedades respiratorias”. Si bien, el sedentarismo es un factor de riesgo para sufrir una enfermedad cardiovascular, se trata de algo modificable.
Iniciarnos con los niños en la actividad física, no sólo nos aleja de sufrir una enfermedad cardiaca, sino que en los niños crea un hábito sano que es posible que se mantenga en el tiempo. Esta recomendación se hace urgente en un contexto en el que el sedentarismo infantil ya ha sido catalogado como una pandemia por la OMS, que señala que cerca del 70% de los niños, y hasta el 88% de las niñas menores de 10 años no realizan una actividad física diaria.
Según la Organización Mundial de la Salud es recomendable que los niños dediquen al menos 60 minutos de actividad física al día. Una actividad física menor, o nula, y una alimentación en la que las protagonistas sean las golosinas, la bollería y otros aperitivos dirigidos a la población infantil resulta determinante en el desarrollo de esta enfermedad. Esto se debe a que se trata de alimentos con un contenido muy alto de calorías vacías, grasas saturadas y azúcares.
La importancia del ejercicio físico en la infancia, más allá de la obesidad.
El médico Leonardo Biolatto destaca que el movimiento continuo durante la infancia es clave en el desarrollo psicomotor. De esta manera los niños pueden descubrirse a sí mismos y descubrir el mundo, lo que influye en el desarrollo intelectual y psicosocial.
Algunas causas que explican este fenómeno son el cambio en los juegos y en los divertimentos, en donde se han reemplazado parcialmente a los parques por las pantallas. A esto hay que sumar la falta de disponibilidad de los padres, lo que propicia hábitos más sedentarios.
Aparte, el estímulo a los niños para que jueguen o prueban otras actividades suele ser menor. Esta menor actividad física limita el desarrollo de destrezas motrices, lo que a su vez hace que los niños se refugien en el sedentarismo porque se sienten aburridos o incompetentes ante los desafíos que plantea el mundo físico.
Además, el sedentarismo infantil no solamente afecta a corto plazo en el sobrepeso y la obesidad; a un plazo más largo puede ser desencadenante de factores de riesgo de enfermedades coronarias. A largo plazo, también, puede afectar al desarrollo psicosocial, ya que los niños que no realizan actividades físicas son menos seguros de sí mismos, tienen menos habilidades sociales y un peor desempeño académico.
¿Cómo será una generación sedentaria?
Es importante tener en cuenta que las habilidades físicas e intelectuales que proporciona una infancia activa repercuten en el desarrollo de la persona en el futuro. No solamente ser un televidente activo desde niño condiciona nuestros hábitos sedentarios cuando somos adultos, el desarrollo psicosocial del niño dependerá también de esos hábitos.
Por ello, el papel de los padres es esencial en esta etapa. Son ellos quienes deben enseñar a sus hijos alternativas de ocio distintas a las pantallas. Se trata de enseñar hábitos de vida distintos, más sanos, que doten a los niños de mejores herramientas para enfrentar futuros desafíos como el estrés, la frustración o la ansiedad.
Es curioso observar cómo, durante los primeros años de vida, los niños sienten una inclinación natural por realizar actividades físicas, por compartir con otros niños y explorar la naturaleza. Sin embargo, en algún momento se cruza una pantalla delante y esa curiosidad y vivacidad parece morir. Cabe preguntarnos por qué y qué responsabilidad tenemos en este cambio de comportamiento.
Publicado en: Estilo de Vida
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