¿Qué hace que un producto sea calificado como ecológico?
La conciencia sobre el medio ambiente se va abriendo paso en nuestro día a día cuando observamos fenómenos en la naturaleza que no consideramos como normales. Olas de calor, fenómenos como la calima, los reventones térmicos, nevadas inusuales y las gotas frías ya no son un asunto que sólo veamos en las noticias, están en las puertas de nuestras casas.
Motivos como estos hacen que tomemos conciencia de nuestro entorno, de cómo la actividad humana lo está transformando de manera irreversible, y de qué podemos hacer para detener el daño que como especie causamos en la naturaleza.
Las empresas, de todos los ámbitos, también empiezan a ser conscientes de su impacto en el medio ambiente. Es por este motivo que se esfuerzan por mostrar una imagen ecológica, en ofrecer productos respetuosos con la naturaleza, en crear envases que no sean agresivos con el entorno, y de paso, que nuestra consciencia ecológica se active y empecemos a pensar más en nuestro bien común.
En medio de esta lucha acelerada por frenar lo que hemos causado como especie desde la era industrial, algunas empresas se unen a la causa de proteger el medio ambiente, y no siempre lo hacen de manera honesta. Es por esto que los gobiernos de los países, o de organismos como la Unión Europea, ya establecen algunos estándares para determinar si un producto es realmente ecológico, o no.
En algunos casos hay marcas que se aprovechan de la lucha por el medio ambiente como un reclamo de venta legítimo, cuando detrás no hay nada que respalde esta idea. Por este motivo existen etiquetas que certifican que se encargan de certificar si un producto tiene un origen “biológico”, “orgánico”, o si sigue las directrices necesarias para ser un producto “ecológico”.
La etiqueta ecológica europea, “Ecolabel”, certifica que el producto que tenemos reduce los efectos adversos de la industria en su entorno, en comparación con los de su misma categoría. Esta etiqueta premia productos y servicios que cumplen con altos estándares medioambientales a lo largo de su ciclo de vida: desde la extracción de su materia prima, proceso de distribución y uso de materiales para el reciclaje.
En el área agrícola, la etiqueta ecológica garantiza que estos productos no han sido tratados con pesticidas, ni fertilizantes sintéticos, y han sido regados con agua descontaminada. Esta etiqueta está avalada por la evaluación de una entidad externa a la empresa que comprueba que los procesos llevados a cabo cumplen con la certificación. En España son las comunidades autónomas las encargadas de realizar esta evaluación.
También, a nivel europeo, existe otra etiqueta que, en este caso, garantiza los estándares de calidad de los alimentos clasificados como “orgánicos”. Esta etiqueta garantiza que el producto cumple con las condiciones y regulaciones para el sector de la agricultura orgánica establecidas por la Unión Europea. El estándar establecido para alimentos procesados consiste en que al menos el 95% de los ingredientes tengan su procedencia en la agricultura orgánica.
La Unión Europea es tajante respecto a los términos “orgánico, bio, o eco”, estableciendo que solamente pueden utilizar las etiquetas detalladas en el artículo 23, apartado 1, del Reglamento nº834/2007, cuando cumplen con los requisitos establecidos en el reglamento. Este artículo especifica qué uso se debe hacer de la etiqueta y de cómo se puede acompañar con otras distinciones propias de cada país de la Unión Europea.
A grandes rasgos, los productos orgánicos utilizan al máximo recursos renovables, y se procura su recuperación y reciclaje. Al igual que los productos ecológicos, no utilizan ni herbicidas, fungicidas, insecticidas y pesticidas. Igualmente, los fertilizantes utilizados sólo deben tener origen un mineral u orgánico (compost, estiércol). Además, ayudan a mantener y aumentar la fertilidad de los suelos, previenen la erosión y la biodiversidad.
Cuando encontramos productos de origen ganadero, con la etiqueta de alimento orgánico, lo que podemos esperar es que su productor garantiza el bienestar de los animales. En este caso los animales no consumen alimentos tratados químicamente, tampoco antibióticos ni hormonas de crecimiento.
Estas son las tres principales etiquetas respetuosas con el medio ambiente que podemos encontrar en las estanterías. Además de estas, la publicidad de los productos y sus envases utilizan términos como “natural” o “sostenible”. El término “natural” se suele utilizar de manera muy amplia y vaga, poco específica. Dentro de lo establecido, en el campo de la cosmética, “natural” hace referencia a la ausencia de sustancias artificiales dentro de los ingredientes de un producto.
El término “sostenible” corre con la misma suerte que “natural”, ya que es utilizado de manera indiscriminada como reclamo publicitario. En términos estrictos implica el cuidado y respeto por el medio ambiente, la protección de los núcleos sociales (comercio justo, de proximidad, respetuoso con los DDHH, así como un respeto al medio ambiente en el uso de materiales destinados al reciclaje y la reutilización.
Pese a los esfuerzos en materia política, son muchas las empresas que hacen uso del conocido como "greenwashing", un anglicismo que refleja un lavado de imagen para parecer más sostenibles. Un informe de la Comisión Europea, de 2021, reveló que al menos un 42% de las empresas de la UE utiliza la ecología como falso reclamo publicitario.
Publicado en: Estilo de Vida
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