La miel como aliado de unas buenas defensas
La historia de la miel ha estado entrelazada con la del ser humano desde hace más de 20.000 años. Existen pinturas rupestres que documentan el consumo de este alimento desde que el homo sapiens era una especie cazadora-recolectora. Desde entonces, las civilizaciones más importantes de la Historia no sólo han consumido este néctar, sino que profesionalizaron su recolección mediante técnicas que han ido avanzando con el tiempo, hasta nuestros días.
Este es el caso del imperio egipcio, que marcó un antes y un después en la manera de recolectar la miel, creando colmenas de barro para recolectarla de una forma más cómoda. Un reflejo de lo importante que fue la miel para este pueblo se encuentra en su mitología, el desarrollo de la apicultura, su uso medicinal, y especialmente en la importancia que tenía la miel para este pueblo. Si bien, la miel fue el primer edulcorante descubierto por los humanos, los egipcios la elevaron a un nivel nunca antes visto.
Desde entonces, el desarrollo de la apicultura continuó avanzando, tanto en la Europa de los imperios antiguos, como en el Lejano Oriente. Fue así como se instaló de manera permanente en la dieta de casi toda la humanidad, ya que era el único edulcorante conocido hasta el S.XIV. En la actualidad, la miel es producida en todos los países y no sólo se reconoce su aporte energético, sino medicinal.
Investigadores de la Universidad Católica de Chile recogieron en un estudio cuáles eran los beneficios de la miel en el cuerpo humano. Según su investigación, buena parte de las propiedades medicinales de la miel se basan en la presencia de los flavonoides, un grupo de nutrientes vegetales con alta capacidad antioxidante, que previene del daño a las células.
Este daño celular, estrés oxidativo, es particularmente perjudicial, ya que contribuye al desarrollo de enfermedades como el cáncer, los trastornos metabólicos y disfunciones cardiovasculares. El estrés oxidativo es una situación que se da cuando hay un desequilibrio entre oxidantes de las células, como las especies reactivas de oxígeno y los radicales libres, y las sustancias antioxidantes que pueden frenar su actividad. En el caso de que el número de oxidantes sea mayor habrá un mayor daño a las células y los tejidos.
Otro punto fuerte de la miel es su actividad antimicrobiana, la cual ya era conocida desde la Antigüedad, pero cuyos mecanismos antimicrobianos siguen sin estar claros. Algunos investigadores sugieren que podría corresponder a un efecto sinérgico de los compuestos antioxidantes de la miel. Aunque los mecanismos de su poder antimicrobiano no hayan sido esclarecidos, sí se ha comprobado cómo varios flavonoides de la miel actúan, con éxito, contra bacterias como la Escherichia Coli, o la Candida Albicans, entre otras.
Del mismo modo, los flavonoides previenen y suavizan las respuestas inflamatorias. Además funcionan como protectores del sistema circulatorio, del sistema nervioso y actúan como quimiopreventivos. La inflamación es una respuesta fisiológica natural en casos de lesión en los tejidos, sin embargo, cuando persiste es potencialmente peligrosa. Se ha descubierto que la inflamación crónica incide de manera crítica en varias enfermedades y afecciones, como la obesidad, las enfermedades neurodegenerativas, cardiacas, así como en el envejecimiento, la diabetes y el cáncer.
Mejorar las defensas pasa necesariamente por llevar a cabo cambios en la alimentación. Fomentar el consumo de alimentos, como la miel, supone abrir una puerta a la prevención, a tomar el control de nuestra salud y evitar de esta manera muchas afecciones derivadas de nuestro estilo de vida.
Publicado en: Estilo de Vida
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