Aceite de coco: ¿es perjudicial su contenido en grasas saturadas?
Durante milenios, los países del Sudeste asiático han hecho uso del coco como parte integral de su dieta y modo de vida. Los términos: “Palmera que suple las necesidades de la vida”, del sánscrito; “árbol de los mil usos”, del malayo; o “árbol de la vida”, en Filipinas; dan testigo de la importancia de la palmera cocotera para sus culturas y su modo de vida tradicional.
Pese a la importancia histórica de este tipo de aceite, existe una contraposición desde parte del sector médico, que argumenta que su uso no es aconsejable por su alto contenido en grasas saturadas. Del otro lado, investigadores y divulgadores defienden su uso y su potencial terapéutico apuntando en la misma dirección que apuntan los críticos ¿Cuáles son los aportes que defienden sus partidarios y por qué chocan con el discurso de muchos médicos?
El principal argumento que pretende invalidar el consumo del aceite de coco es su alto contenido en grasas saturadas, (más del doble que las grasas saturadas de la mantequilla o la manteca), como sostiene la doctora Marta Villarino Sanz. Según la evidencia científica está demostrado que, el aceite de coco está principalmente compuesto por ácido láurico, un tipo de grasa formada por triglicéridos de cadena media, a la que responsabilizan de un aumento en los niveles de colesterol en sangre. Sin embargo, no son pocas las voces que se desmarcan de esta crítica, aduciendo que, si bien su contenido de grasas saturadas es alto, el mismo ácido láurico podría tener un efecto positivo contra el colesterol y la salud del corazón.
Especialistas en nutrición sostienen que las grasas que se encuentran en el aceite de coco no son grasas saturadas nocivas, como las el queso o la carne, sino que se trata de triglicéridos de cadena media, más fácilmente asimilables por el organismo y de aplicaciones terapéuticas como el control del peso corporal, del colesterol y la absorción de calcio.
El doctor Michael Mosley
El médico británico Michael Mosley está en el bando que defiende el uso alimenticio del aceite de coco. Este doctor llevó a cabo un estudio en el que participaron 94 voluntarios, sin antecedentes de diabetes o enfermedad cardiaca, con el objetivo de comprobar el efecto de distintos tipos de grasas en los niveles de colesterol de los participantes. Al final del experimento, y al contrario de lo que habían argumentado las autoridades médicas sobre los supuestos efectos nocivos del aceite de coco, fueron este tipo de grasas las que obtuvieron un mejor resultado al aumentar los niveles de colesterol “bueno” (HDL).
En su estudio, los voluntarios que tomaron mantequilla aumentaron su colesterol en un 10%, los que tomaron aceite de oliva no tuvieron ningún aumento, pero tampoco los que tomaron aceite de coco, quienes aumentaron sus niveles de colesterol bueno en un 15%. La explicación de estos resultados parece encontrarse en el mismo ácido láurico, el cual “puede tener impactos biológicos positivos en los lípidos sanguíneos diferentes a los ácidos grasos”, según Mosley.
Más allá de la sartén: el aceite de coco y la salud
Dejando de lado la polémica sobre su uso alimenticio, este tipo de aceite ha demostrado aportar especiales beneficios a nivel estético, como complemento para el cuidado de la piel o el cabello. Investigadores indios reivindican el uso del aceite de coco como parte de la medicina tradicional, que, durante milenios, lo ha utilizado como un tratamiento para diversas enfermedades. En su estudio “Medical Benefits of Coconut Oil”, alegan que ha existido una “propaganda” contraria al consumo del aceite de coco, basada en su alto contenido en grasas saturadas. Lo que choca con los resultados de otros estudios clínicos que sostienen que sí tiene un efecto positivo en la salud.
Uno de los mayores aportes de este aceite es su actividad antioxidante y la presencia de polifenoles. Según un estudio de la Universidad Médica del Golfo (EAU), estos polifenoles pueden prevenir daños cerebrales. Por otro lado, sus capacidades antioxidantes también actúan como protectoras del hígado. Más extendidas, y menos controvertidas, son sus propiedades en la piel. La aplicación tópica de aceite de coco tiene un conocido efecto como cicatrizante, y también como tratamiento para la dermatitis atópica, o eccemas. En la misma línea, investigadores filipinos estudiaron el potencial humectante del aceite de coco en la piel reseca, en comparación con los aceites minerales. Como conclusión, encontraron que los pacientes tratados con aceite de coco tenían una mayor mejoría.
Estos mismos antioxidantes previenen el envejecimiento prematuro de la piel, y sus proteínas reparan los tejidos mejorando la salud celular. Por este motivo está ampliamente recomendado su uso tópico, un beneficio que no ha tenido ninguna controversia. Además, los triglicéridos de cadena media del aceite de coco reestablecen el PH neutro de la piel y eliminan el exceso de grasa de la piel, consiguiendo mejorar su hidratación y aspecto.
La doctora Annie Shirwaikar, argumenta que, los pueblos del mundo que utilizan con regularidad el aceite de coco sufren índices mucho más bajos de obesidad, enfermedades cardiacas, cáncer, diabetes, artritis y otros problemas de salud, más típicos del mundo desarrollado. Respecto a la ola de críticas que tuvo este tipo de aceite a nivel mediático y científico, la Dra. Shirwaikar cree que ha llegado el momento de dar a conocer los efectos positivos del aceite de coco virgen, de hacer más estudios clínicos para comprender mejor no sólo sus propiedades ya conocidas, sino para explotar su potencial como cardiorregulador.
Publicado en: Estilo de Vida
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