¿Cómo podemos evitar el estrés crónico?
Un rasgo muy característico de las sociedades modernas es el estrés. Según una encuesta de la aseguradora Cigna, el 75% de los españoles reconoce sufrir estrés en la actualidad. Este dato puede suponer un alivio respecto al dato de la anterior encuesta anual, en la que el porcentaje ascendía a un 81%. Es una cifra muy alta, que encuentra su justificación en la incidencia de la pandemia en la salud general y psicológica, y que evidencia que vivimos en una sociedad cuyo ritmo ocasiona malestar en las personas.
La OMS define el estrés como un “desequilibrio entre las exigencias y presiones a las que se enfrenta el individuo, por un lado, y sus conocimientos y capacidades, por otro.” Esta definición pone el foco en las circunstancias externas al individuo: el individuo enfrenta exigencias y presiones que vienen del exterior, y estas desafían sus conocimientos y capacidades.
Este “desequilibrio”, señalado en la definición de la OMS, alude a procesos biológicos señalados desde hace milenios por sabios griegos como Hipócrates o Empédocles. En la Edad Antigua, estos sabios sostenían que la salud era un balance armónico de los elementos y cualidades de la vida. Por otro lado, defendían la idea de que la enfermedad se debía a una falta de armonía entre estos elementos, como señala el Profesor Gustavo Adolfo Elena, de la Universidad Nacional de Rosario, Argentina.
No fue hasta principios del S.XX cuando se empezaron a relacionar esta serie de desafíos externos con la salud de las personas. El fisiólogo y doctor Walter Cannon utilizó el término “estrés” para referirse a los elementos perturbadores de la homeostasis, el proceso fisiológico coordinado que mantiene estables las funciones de un organismo.
Dr. Walter Cannon Fuente: Wikipedia
Este concepto fue desarrollado con mayor profundidad por el médico y fisiólogo Hans Selye, quien describió una relación patológica entre el aumento de tamaño de las glándulas suprarrenales, las úlceras gastrointestinales, y un peor funcionamiento del sistema linfático, parte importante del complejo sistema inmunitario.
Antes de alcanzar los niveles de estrés patológico señalados por Selye y Cannon, cabe destacar que el estrés es una reacción fisiológica natural, la cual actúa como mecanismo de defensa útil para situaciones percibidas como amenazantes. Si se da el caso en el que esta respuesta natural resulte excesiva, habrá una sobrecarga de tensión que puede repercutir en el organismo y provocar problemas de salud.
Esta diferencia entre un estrés puntual y uno más sostenido es la que diferencia el estrés agudo y el estrés crónico. El primero es causado por un factor estresante, que se sostiene por poco tiempo, y que desaparece de manera rápida. Estos estresantes pueden derivar actos reflejos que ayudan a que el individuo controle una situación peligrosa, nueva o emocionante.
Por otra parte, el estrés crónico se extiende por un plazo de tiempo más prolongado. Este tipo de estrés se puede sostener durante semanas o meses. En este caso, la persona se acostumbra a la situación sin llegar a considerarla problemática, aunque se manifiesten síntomas como ansiedad o nerviosismo.
Según la Psicóloga Clínica, Ana María Regueiro, de la Universidad de Málaga, el estrés tiene su origen en tres factores: lo que pide el entorno, las capacidades objetivas del individuo, y la percepción que tiene el individuo ante las demandas de ese entorno. A un nivel psicológico, el estrés que experimente una persona depende en buena medida de cómo perciba la persona estas demandas de su entorno. Si la persona se siente sobrepasada por las circunstancias, es probable que sufra un estrés crónico.
Un extremo comprobado por la ciencia son las enfermedades derivadas del estrés. Está comprobado que este estrés sostenido puede influir en el desarrollo de enfermedades como el síndrome metabólico, la diabetes tipo II, enfermedades cardiovasculares o el parkinson, las cuales son enfermedades relacionadas con el estilo de vida, en especial con hábitos y situaciones estresantes.
Sin embargo, el estrés no es malo o negativo per se, es una respuesta necesaria ante el entorno, un mecanismo de defensa. Por ello, existe otra clasificación que se aplica al concepto de estrés, y tiene como objetivo distinguir si se trata de un estrés positivo (“eustrés”), o negativo (“distrés”). El primero se caracteriza por provocar una activación adecuada y necesaria para superar algún obstáculo o desafío. Mientras que el distrés provoca una reacción desproporcionada ante el estímulo estresor, la cual ocasiona un malestar en la persona.
Estrés positivo vs. estrés negativo. Fuente: Psicóloga Patricia Ramírez
De cualquier modo, la relación que tenemos como sociedad respecto al estrés suele tener una connotación negativa. El estrés está relacionado con un estilo de vida acelerado, con vivir una jornada en la que el trabajo ocupa la mayor parte del tiempo vital, y que nos deja un tiempo residual para el ocio, y para cumplir con los demás compromisos ajenos al trabajo, como la vida familiar. Y todo con muchas prisas.
Como mencionamos antes, el estrés crónico tiene consecuencias negativas en la salud, las cuales pueden ser severas si no son tratadas. Antes de que se desarrollen trastornos más graves, el estrés crónico puede manifestarse en cuadros como defensas más bajas, ansiedad, presión arterial, acné, eccemas, depresión, contracturas musculares, o en la mandíbula (bruxismo), así como oscilaciones en el peso corporal.
Debido a que la manera de percibir los factores estresantes depende de la experiencia propia de las personas, y de su punto de vista; la mejor manera de afrontar el estrés crónico, y conocer de qué manera se puede afrontar, es a través de la terapia psicológica. De cualquier modo, existen recomendaciones, más generales, que pueden ayudar a afrontar el estrés. Controlar el ritmo de la respiración, favoreciendo la respiración abdominal; favorecer la relajación muscular o practicar ejercicio son consejos que funcionan a nivel general.
Por otro lado, la medicina moderna aborda los cuadros de estrés crónico mediante medicamentos ansiolíticos, o somníferos para casos de insomnio. Sin embargo, estos medicamentos, con frecuencia, causan contraindicaciones, como somnolencia, mareos o cansancio. Además, no respetar su dosis pautada puede resultar muy peligroso para los pacientes. Como alternativa, existen suplementos alimenticios de origen vegetal destinados a tratar los cuadros nerviosos que provoca el estrés crónico.
Como último, cabe destacar la importancia de aprender a desconectar y descansar. En la actualidad, muchas personas encuentran dificultades para desconectar de su trabajo u obligaciones por el contacto permanente con los teléfonos móviles. Aprender a respetar nuestros horarios de descanso es un gran primer paso para evitar un estrés crónico.
Publicado en: Estilo de Vida
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