Olas de calor: el poder del tejido social para salvar vidas
“Los récords de la emergencia climática se siguen rompiendo con una naturalidad cada vez más antinatural”, escribía el periodista Juan Bordera en CTXT: “40º en Siberia, 50º en México. Incendios históricos en Canadá, con sus consiguientes postales en un anaranjado y postapocalíptico Nueva York. Récords de precipitaciones en Japón, muerte masiva de peces en Texas”. Este mapamundi de desastres tiene un denominador en común: el cambio climático, o la “emergencia climática”, como ya se está llamando por la gravedad del proceso.
Después de un fin de primavera muy lluvioso, llegó un verano tórrido que acapara las portadas de todos los medios. Los índices de los termómetros se disparan a niveles insólitos y las consecuencias, además de afectar muy negativamente al entorno natural, nos afectan a todos los que sufrimos estas olas de calor.
Muchos trabajadores sufren de manera drástica estas subidas de temperaturas, y no sólo ellos son más susceptibles a estas olas de calor: las personas mayores, los niños, las personas con enfermedades crónicas y aquellas que viven en zonas de mayor riesgo son más susceptibles de sufrir las consecuencias.
Cabe recordar que no son subidas de temperatura inocuas. Históricamente se ha demostrado el potencial de matar que puede acompañar a una ola de calor. Es tristemente conocido el caso de la ola de calor de Chicago en 1995, en la que murieron 700 personas y otras 3.300 fueron atendidas por los servicios de urgencias. El sociólogo Eric Klinengberg investigó este episodio y publicó un libro en el que extrajo valiosas conclusiones sobre cómo sobrevivir a estos episodios de calor extremo gracias al apoyo comunitario.
Tan común como que los medios hablen de las olas de calor, son los consejos para sobrevivir a ellas. La Comunidad de Madrid pone un teléfono de atención e información para estas contingencias, así como una serie de recomendaciones para sobrevivir a esta subida de temperaturas.
Pero, ¿qué puede hacer una persona, que vive aislada de su entorno vecinal, sobreviva a una ola de calor que le haga perder los reflejos necesarios para llamar a la línea de asistencia?, o ,¿qué hacer si no tiene los medios para adoptar las medidas propuestas para evitar los efectos del calor?
Klinenberg, en su libro: “Heat Wave: A Social Autopsy of Disaster in Chicago” (Ola de Calor: Una autopsia social del desastre en Chicago) acuña un interesante término que puede explicar por qué en zonas degradadas socialmente murió más gente, que en aquellas zonas con un tejido vecinal más activo.
Aunque se tratara de zonas de ingresos económicos similares, la diferencia principal radicaba en que estas últimas se caracterizaban por comercios abiertos, preocupación por los vecinos, parques, bibliotecas y, en general, una vida comunitaria activa. El concepto que acuñó el sociólogo para definir este entorno sano, en el que murió menos gente por el calor, fue “ecología social”.
La diferencia a nivel numérico fue escandalosa, y reveladora: mientras que en las zonas deprimidas y socialmente aisladas la cifra fue de 33 muertes sobre 100.000 residentes; los barrios con un mayor tejido social registraron 3 muertes por cada 100.000. La carencia de tejido social, según el sociólogo, provocaba que los ancianos se confinaran en sus casas, desconectados de sus familias y sin la posibilidad de socializar.
Mientras que en los barrios donde los vecinos tenían lazos con otros vecinos, se extendía una red de protección: se sabía quién vivía solo, quién estaba enfermo y quién podría necesitar ayuda. Según el sociólogo, este tejido social acogedor podría ser el motivo de por qué en zonas con ingresos similares, pero con mayores vínculos comunitarios, la gente sorteaba mejor los efectos de una ola de calor.
Otra estadística de este caso, y que se debe tener en cuenta siempre que haya una ola de calor es la edad media de los fallecidos. En este caso, el 73% de los fallecidos era mayor de 65 años, lo que hace urgente vigilar a este grupo de población durante olas de calor, como las que se prevén para este verano.
El sociólogo afirma: “las olas de calor son asesinos silenciosos e invisibles de personas silenciosas e invisibles”. Por este motivo, es vital vigilar a las personas mayores de nuestro entorno. No es necesario que sean de nuestra familia, basta con establecer un contacto frecuente con estas personas que nos rodean, para que puedan apoyarse en nosotros, en caso de que necesiten ayuda y así podamos salvar sus vidas.
Publicado en: Estilo de Vida
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