Si no estamos familiarizados con el aceite de árbol de té, lo más probable es que pensemos que está relacionado con el té de los británicos y los asiáticos. Sin embargo, el origen del aceite de árbol de té no tiene qué ver con las populares infusiones, sino con un árbol procedente de Australia, que sólo hasta principios del S. XX empezó a ser utilizado por los occidentales.

El aceite de árbol de té es un producto natural extraído de la vaporización de hojas y cortezas de la melaleuca alternifolia, mejor conocido como “árbol de té”, una especie vegetal típica de Australia. Está documentado que los aborígenes de Nueva Gales del Sur trituraban sus hojas y las inhalaban para tratar la tos y los resfriados, también hacían uso de las mismas como cicatrizante para sus heridas. Asimismo, ponían en remojo sus hojas con las que hacían infusiones para tratar sus dolores de garganta y enfermedades de la piel.

 En la década de 1920, el químico australiano Arthur R. Penfold evaluó la capacidad antimicrobiana del árbol de hoja de té con éxito. Desde entonces el uso del aceite de este árbol empezó a ser más común en Australia, hasta la actualidad, donde lo podemos encontrar prácticamente en cualquier parte del mundo, ya sea en aceite o como ingrediente de cremas de uso tópico. 

Los terpenos del árbol de hoja de té son los responsables de la actividad antimicrobiana de esta especie. Su actividad contra bacterias resistentes a los antibióticos, como el estafilococo resistente a la medicina (SARM), ha llamado la atención de la comunidad científica. Hasta nuestros días se sigue investigando el potencial de este árbol, aunque ya se han evaluado sus características y se han constatado sus propiedades como antibiótico, antimicrobiano, antiséptico y antifúngico.

Clínicamente se ha demostrado su eficacia contra el acné, demostrando tener menores efectos secundarios que el peróxido de benzoilo, un tratamiento común contra esta enfermedad. También se demostró su eficacia como enjuague bucal, cuando en un estudio demostró mantener una eficacia como antibacteriano, incluso dos semanas después de dejar de tomarlo. También se ha demostrado que es eficaz contra la gingivitis y el sangrado de las papilas, así como para reducir la halitosis.

A nivel hospitalario también se ha puesto el foco en la capacidad antimicrobiana de este aceite. Se testó su capacidad como antiséptico en el lavado de manos en entornos hospitalarios y clínicos, y se demostró que tenía un rendimiento mucho mejor que el jabón suave.

Del mismo modo, ha demostrado ser eficaz como antifúngico. En el caso de la onicomicosis, un tipo de infección por hongos que afecta a las uñas, el aceite de árbol de té demostró una eficacia total o parcial de un 60%. En el caso de la tiña, o pie de atleta, también de origen fúngico, se han observado clínicamente mejoras significativas en el tratamiento de esta enfermedad. Asimismo se ha demostrado su eficacia en el tratamiento de la caspa.

Como puedes ver, el aceite de árbol de té es uno de los productos más prometedores para la piel y el cabello. Sus propiedades y usos se siguen analizando, especialmente, porque ha demostrado ser útil en campos donde los antibióticos de raíz química no pudieron demostrar su eficacia, como en el caso del estafilococo. 

Y tú, ¿has probado el aceite de árbol de árbol de té? Déjanos tu comentario, o cualquier duda que tengas respecto a este producto.